«La historia de David ilustra perfectamente el funcionamiento interno de un modo de oración olvidado por nuestra cultura hace casi dos mil años. Ahora sé lo que significaba la respuesta de David «he venido a rezar lluvia». El resto de la historia quizá sea mejor contarla con sus propias palabras:
–Cuando era joven –dijo–, nuestros mayores me transmitieron el secreto de la oración. El secreto es que cuando pedimos algo, estamos reconociendo que no lo tenemos. Seguir pidiendo sólo aumenta el poder de lo que nunca sucederá.
»El camino entre el ser humano y las fuerzas de este mundo empieza en nuestro corazon. Es alli donde nuestro mundo de los sentimientos se une con el de nuestros pensamientos. En mi oración, empecé con un sentimiento de gratitud por todo lo que existe y por todo lo que ha sucedido. Di gracias al viento del desierto, al calor y a la sequía, pues hasta ahora así es como ha sido. No es bueno. No es malo. Ha sido nuestra medicina.
»Luego he escogido otra medicina. Empecé a sentir lluvia. Sentí la lluvia cayendo sobre mi cuerpo. De pie en el círculo de piedra, imaginé que estaba en la plaza de nuestro pueblo, descalzo bajo la lluvia. Sentí la sensación de la tierra húmeda que rezumaba entre los dedos de mis pies. Olí el olor de la lluvia en las paredes de paja y barro de las casas de nuestro pueblo después de las tormentas. Sentí la sensación de caminar por los campos de maíz que crecía hasta la altura de mi pecho debido a la generosidad de las lluvias. Los ancianos nos recuerdan que así es como elegimos nuestro camino en este mundo. Primero hemos de tener el sentimiento de lo que deseamos experimentar. Así es como plantamos las semillas para un nuevo camino. De ahí en adelante –prosiguió David– nuestra oración se convierte en una acción de gracias.
–¿Gracias? ¿Quieres decir gracias por lo que hemos creado?
–No, no por lo que hemos creado –respondió David– la creación ya está completa. Nuestra oración se convierte en una oración de gracias por la oportunidad de elegir qué creación vamos a experimentar. Mediante nuestro agradecimiento, veneramos todas las posibilidades y atraemos a nuestro mundo aquellas que deseamos.
De este modo, con las palabras de su pueblo, David había compartido conmigo el secreto de la oración. En lugar de pedir que se produzca el resultado de nuestra oración, reconocemos nuestro papel como una parte activa de la creación. Ahora nuestra oración se convierte en una oración afirmativa de acción de gracias, que alimenta nuestra creación y permite que se desarrolle en su máximo potencial.»
Texto extractado del libro El efecto Isaías de Gregg Braden
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Fotografía: Wikimedia Commons. Autor: Bellido 15