“El hombre ha venido al mundo para cumplir una tarea específica, y ese es su objetivo”. Sogyal Rympoché: El libro tibetano de la vida y de la muerte
Hace algunos años el término “realizarse” se ponía de moda en nuestro país. En aquel entonces se convertía en la reivindicación de una gran parte de la población femenina que, deseosa de abandonar su silenciado papel de ama de casa, aspiraba a ocupar un puesto de mayor protagonismo en la sociedad. Desde entonces, la expresión “sentirse realizado” ha venido siendo sinónima de sentirse completo, satisfecho, feliz. La realización personal se ha convertido en un objetivo prioritario y cada vez son más los hombres y mujeres que ensayan todo tipo de caminos en la búsqueda de algo que dé sentido a sus vidas: se cambia de trabajo, de relaciones, de aficiones, de escenarios… Ponemos del revés nuestra vida en busca de una satisfacción que no llega. No importa que las metas materiales que nos proponemos se vayan cumpliendo; siempre queremos más. Pero ¿el qué?
A lo largo de esta búsqueda frenética e insaciable, llegará un momento en que nuestro desasosiego interior grite tan fuerte que no nos quede más remedio que detenernos y abrir un espacio para escucharnos. Ese día quizá decidamos tomar otro camino, sin necesidad de ir muy lejos. Ese día, por primera vez, miraremos en nuestro interior y decidiremos emprender el camino del autoconocimiento.
El camino del autoconocimiento es un camino arduo. Puede que al principio nos resulte novedoso y atrayente e, incluso, seamos regalados con algunos fuegos artificiales. Pero después el sendero se hace escarpado y solitario. Es nuestro camino y sólo nosotros podemos recorrerlo. Podemos ayudarnos de maestros con más experiencia que en momentos de oscuridad nos aporten algo de luz, pero poco más. El verdadero guía que buscamos se encuentra dentro de nosotros.
¿Cómo encontrar ese guía? Desde luego, no saltando de método en método o de maestro en maestro si no obtenemos resultados inmediatos. No puede haberlos sin dedicación, continuidad y disciplina. Dice Sogyal Rympoché: “Casi todos los grandes maestros de todas las tradiciones están de acuerdo en que lo esencial es dominar un camino, una senda hacia la verdad, siguiendo una tradición con toda la mente y todo el corazón hasta el final del viaje espiritual, y mostrándose al mismo tiempo abierto y respetuoso con todas las demás. En Tíbet decíamos: «Conociendo una, las cumples todas»”. Y añade: “Cuando se continúa buscando siempre, la propia búsqueda se convierte en una obsesión que se adueña de uno (…) Uno se convierte en un turista espiritual, siempre ajetreado de un lado a otro sin llegar nunca a ninguna parte. Seguir una enseñanza no es un modo de limitarse o monopolizarse celosamente; es un modo hábil y compasivo de mantenerse centrado y siempre en el camino, a pesar de todos los obstáculos que uno mismo y el mundo presentarán inevitablemente” (El libro tibetano de la vida y de la muerte).
La perseverancia y la confianza no deben faltar en nuestra mochila al emprender este viaje. Debemos estar alerta porque nuestro Pequeño Yo va a rebelarse unas cuantas veces, generando en nosotros todo tipo de resistencias, para que volvamos, para que regresemos a la seguridad de lo que acabamos de dejar atrás. Hay que dirigirse a él con firmeza y amor, como un padre a un hijo; decirle que no se preocupe, que nos vamos a cuidar de él y que le damos las gracias por todo lo que hasta ahora ha hecho por nosotros. Pero que ha llegado el momento de que otra dimensión más profunda tome las riendas.
Un día llegará la rendición definitiva y entonces se abrirán los ojos a nuestra verdadera identidad y nos sentiremos alineados con el Universo. Entonces residiremos en nuestra propia fuerza y desde ahí empezaremos a generar una realidad más armoniosa para nosotros y para los que nos rodean.
El sendero no terminará ahí. Es una nueva etapa la que comienza, en la que nos daremos cuenta de que la realización no era un deseo egoísta para nuestro único beneficio sino que su verdadero sentido trasciende el ámbito personal para convertirse en universal, procurando el beneficio de todo y de todos.
Cuando hayamos comprendido esto, cuando lo hayamos hecho parte de nosotros, cuerpo, emoción, mente y espíritu, comprenderemos cuál es nuestra misión en esta vida.
Como siempre, agradeceré tus comentarios donde dice: «Deja una respuesta», un poco más abajo en el texto en naranja. Un abrazo.
© María Ródenas
Fotografía: Wikimedia Commons. Autor Bkwillwm
Hola, María!
Estoy en un momento donde en mi vida profesional y personal se me han abierto varios «caminos» con duros desafíos. Otros caminos que anhelaba transitar se me están cerrando. Así estoy, como Quijota frente a los molinos de viento… O me desvío de los molinos o los embisto y gano experiencias …
Hola Maria Cristina!
Es verdad que a veces la vida nos cierra algunos caminos, quizás porque aún no estamos preparados para transitarlos o, si son antiguos, porque ya es hora de abandonarlos y tomar otros. Mi experiencia es que cuanta más tensión genero por salirme con la mía, cuando más apego tengo a algo, es peor. Cuando encontramos caminos bloqueados es el momento de detenerse y mirar hacia adentro, escucharnos y ver si hay alguna actitud, hábito o creencia que tenemos que cambiar. No siempre es buena idea arremeter contra los molinos, es mejor asegurarse de que esa es la opción correcta para nosotros y para nuestro entorno. Te dejo aquí algunos enlaces sobre el tema:
Montaña sin vistas o cómo abordar un problema
Actuar o no actuar
Crónicas desde accionalandia I
Crónicas desde accionalandia II
Un gran abrazo
Gracias, María!!
Releeré tranquila tus líneas y a profundizaré con tus links.
Un cariño.
Otro para ti 🙂
Gracias María yo trato de mantenerme centrada en mi objetivo y tratar de ver lo bueno que me regala cada paso.
Tu tienes mucho que ver en este crecimiento. Me encantan tus post!!!
Gracias a ti Belén por tu compromiso
Gracias por este nuevo envío. Besos.
Muchas gracias por tu post, mi sendero pasa por la fase de perseverancia y confianza, muy al inicio y con algunos altibajos. Espero que tus palabras contribuyan a allanar el trayecto.
A allanarlo no, pero puede que a verlo más claro. Los caminos están para recorrerlos y aprender de ellos. A veces puede que encontremos atajos, otras no será posible. No es llegar rápido lo que importa sino andar el camino, creciendo a cada paso. ¡Un abrazo!