el secreto de la oración

Hoy rezaremos lluvia (I): el secreto de la oración

Hoy rezaremos lluvia es el título de esta primera parte donde vamos a explorar el secreto de la oración, con ayuda de Gregg Braden:

«–¿Qué es este lugar? –le pregunté a David–. ¿Por qué está aquí, en medio de la nada?

–Esta es la razón por la que hemos venido –dijo riendo– por esto, lo que tú llamas «nada», es por lo que estamos aquí. Hoy sólo estamos tú y yo, la tierra, el cielo y nuestro Creador. Eso es todo. Aquí no hay nada más. Hoy nos pondremos en contacto con las fuerzas invisibles de este mundo; hablaremos con la Madre Tierra, con el Padre Cielo y con los mensajeros que están entre medio.

»Hoy rezaremos lluvia –dijo David.

LA RUEDA DE MEDICINA

Recordaba haber ido a los pueblos vecinos y ver a los nativos ataviados con prendas de su tierra. Sin embargo, ningún recuerdo de mi mente podía prepararme para lo que iba a presenciar.

El círculo de piedra es una rueda de medicina –me explicó David–. Que nosotros recordemos, siempre ha estado aquí. La rueda no tiene poder en sí misma. Sirve como objeto de concentración para invocar la oración. Puedes verlo como un mapa de carreteras. Un mapa entre los seres humanos y las fuerzas de este mundo –dijo respondiendo a la pregunta que todavía no había formulado–. El mapa fue creado aquí, porque en este lugar las pieles de ambos mundos son muy finas. Cuando yo era un niño me enseñaron el lenguaje de este mapa. Hoy recorreré un antiguo camino que conduce a otros mundos. Desde esos mundos, hablaré con las fuerzas de esta tierra, para hacer lo que hemos venido a hacer: invitar a la lluvia.

EL GESTO INTENCIONADO Y SAGRADO

Observé cómo David se sacaba los zapatos. Hasta la forma en que se desataba los lazos de sus viejas botas de trabajo era una oración, metódica, intencionada y sagrada. Con sus pies descalzos sobre la tierra, se dio la vuelta y se apartó de mí en dirección al círculo. Sin emitir sonido alguno recorría su camino alrededor de la rueda, con sumo cuidado para respetar la colocación de cada una de las piedras. En cada paso, los dedos de sus pies se acercaban a menos de un centímetro de las piedras exteriores. Ni una sola vez las tocó. Cada piedra se quedó justo en el mismo sitio donde otras manos, de una generación hace mucho tiempo desaparecida, las habían colocado.

Mientras circundaba el contorno más lejano del círculo, David se giró, permitiéndome ver su rostro. Para mi sorpresa, sus ojos estaban cerrados. Habían estado así todo el tiempo. David regresó al lugar más cercano a mí y colocó sus manos en posición de oración delante de su cara. Su respiración era casi imperceptible. Parecía no enterarse del calor del sol del mediodía. Tras unos breves segundos en esta posición, respiró profundamente, relajó la postura y se giró hacia mí.

EL SECRETO DE LA ORACIÓN

Vámonos, aquí ya hemos terminado –dijo mirándome directamente.

–¿Ya? –pregunté un poco sorprendido. Parecía como si acabáramos de llegar–. Pensé que íbamos a rezar para invocar a la lluvia.

David se sentó en el suelo para ponerse de nuevo los zapatos. Me miró y sonrió.

No, yo te dije que «rezaría lluvia» respondió–. Si hubiera rezado «para invocar a la lluvia», nunca podría suceder.

(Este es el secreto de la oración).

Por la tarde cambió el tiempo. La lluvia empezó de repente, con unos pocos sonidos sordos sobre la tierra que estaba en dirección a las montañas del este. En cuestión de minutos las gotas se fueron haciendo más grandes y más frecuentes, hasta que se declaró una tormenta con todas las de la ley.. (LEER CONTINUACIÓN)

Texto extractado del libro El efecto Isaías de Gregg Braden

Imagen Wikimedia Commons. Autor XTSY

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Feli Moya

    Una foto que me recuerda a ésta es en el desierto de Judea, cuando estuvimos en Tierra Santa. Me gusta que hables de nuestro Creador. Besos.

  2. Ana Martinez de Abellanosa R.

    Buenos días María,

    Parece que poco a poco la serenidad se va acoplando nuevamente, no se como andas de tiempo, pero antes de las vacaciones me gustaría seguir trabajando juntas, ya me dices ¿si?

    El de la foto me recuerda a Carlos hermano.

    Un abrazo, que tengas un buen día, Ana

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