Como un náufrago en el mar, quiero encontrar mi sitio.
Solo encontrar mi sitio.*
Es curioso, pero cuando llega el cumpleaños, celebraciones aparte, muchas personas sienten una cierta inquietud. Un año más y muchas expectativas aún por cumplir, muchas incertidumbres que aclarar… Y un pasado a cuestas, lleno de decisiones de las que no siempre estamos satisfechos. Nos decimos: «si hubiera hecho esto en vez de tal cosa…». Así andamos, un paso adelante, otro hacia atrás. A veces, totalmente a la deriva, como un náufrago en el mar. Sin encontrar nuestro sitio.
UN LUGAR EN EL MUNDO
Vivimos en sociedad y desde niños somos conscientes de lo importante que es encontrar nuestro sitio, en la familia, en la escuela, en el grupo de amigos. Como adultos, nuestros retos serán el mundo profesional, las relaciones amorosas… Hasta nuestro tiempo libre y lo que en él hacemos será un desafío para nosotros. Tantos huecos que llenar, tantas casillas que ocupar… Y, tal vez, esa sensación de no estar realmente en ninguna parte.
Esa inquietud es la que nos hace ir de aquí para allá, probando relaciones y situaciones, intentando llenarnos de afuera hacia dentro. Este es un camino trillado que no siempre da buen resultado, pero continuamos en él, porque es lo que todo el mundo hace.
Sin embargo, cuando la desazón nace de un lugar más profundo, la Vida nos fuerza a que miremos en nuestro interior y a que busquemos ahí nuestro sitio. Mi experiencia es que sólo haciendo hueco dentro podremos encontrar hueco fuera. Conectar con ese espacio interno y día a día irlo haciendo un poco más grande, más acogedor, más fortalecido, es fundamental para sosegarnos y sentirnos en casa.
UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
Nuestra compulsiva necesidad de encontrar nuestro sitio en el mundo nace del destierro que nos inflingimos a nosotros mismos, expulsados del paraíso de nuestro Ser. Cuando, como hijos pródigos retornamos a él, lo de afuera empieza a perder fuerza. Ya no importa tanto lo que hacemos o lo que los demás creen que somos. Importa estar bien, y para ello nos vamos instalando en ese pequeño espacio interno y trabajamos para que cada día crezca un poco más.
Una gran parte de los seres humanos hacemos este viaje de ida y vuelta. En muchos casos, la vuelta no se produce si el mundo nos sonríe o, al menos, no nos molesta demasiado. Pero si la vida nos aguijonea con fuerza es muy posible que el viaje de vuelta esté comenzando.
ENCONTRAR NUESTRO SITIO
Y ahora que regresamos y lo hacemos de la mano del autoconocimiento, lo primero que tenemos que hacer es contactar con nosotros mismos. ¿Cuánto hace que no nos escuchamos realmente? Más allá de los deseos y los miedos… ¿qué hay? ¿Nos atrevemos a asomarnos solos o necesitamos ayuda? Un Maestro, un facilitador, un terapeuta nos pueden dar la guía y el impulso que necesitamos para ponernos en marcha.
Una vez comenzado el contacto tenemos que perseverar. Todos los días, sin excepción, tenemos que dedicarnos un rato. Reiki y Meditación, son algunas de las herramientas que yo utilizo para ir integrando cuerpo, mente y espíritu. Y la práctica, como digo, es diaria. Si quedarse a medias no funciona en el mundo, aquí tampoco.
¿Cuando empezamos a ver los frutos? Cuando hagamos lo que hagamos, vayamos a donde vayamos nos sintamos en casa. Y no porque lo de afuera colme nuestras expectativas sino porque adentro, definitivamente, hemos encontrado nuestro sitio.
Os abrazo, María
¿Queréis compartir vuestras experiencias al respecto? Hacedlo más abajo, donde dice: “Deja un comentario”.
*Texto extractado de la canción El universo sobre mí, de Amaral.
Imágenes: Wikimedia Commons. Robinson Crusoe. Offterdinger & Zweigle
Muy bello y real . Gracias María : )
Gracias a ti, Susana, por estar ahí. Un abrazo